La elección del color de las paredes, de los suelos y de los muebles constituye el paso primordial en la decoración de un interior: los colores, las armonías, las oposiciones y los contrastes crean la atmósfera de un espacio, ya sea alegre, melancólica o romántica.
Los colores tienen una importancia evidente en el efecto general que produce la decoración de un interior, y ejercen además un poderoso influjo sobre la vida cotidiana. Algunos colores o combinaciones de colores conducen a la alegría y el buen humor (no necesariamente los más vivos) y ayudan a ver la vida de color de rosa (ino forzosamente el color rosa!). Otras armonías propician la calma y el reposo, mientras que hay tonos, o contrastes de tonos, que resultan fatigosos y difíciles de soportar durante mucho tiempo.
La elección de los colores y su combinación requiere, pues, un poco de calma, ya que es una decisión que concierne no sólo a las paredes y los suelos, sino también a los tonos de los muebles y accesorios. El decorador debe hacer una elección y mantenerla, lo que no siempre resulta fácil: la inclinación natural lleva más bien a multiplicar los tonos; a menudo se compran objetos artísticos, cuadros o lámparas sin tener suficientemente en cuenta los colores dominantes de la estancia. El resultado es que el interior pierde la identidad propia que le dan los tonos dominantes para pasar a convertirse en un batiburrillo en el que éstos acaban por fundirse. Muy al contrario, los colores deben hablar, deben imponerse al visitante. Hay que esforzarse para tener siempre presente una impresión tonal de conjunto, incluso a la hora de comprar el accesorio aparentemente más anodino: se trata de eliminar de forma sistemática las notas discordantes.
El contraste blanco/negro es una constante en la decoración moderna. Permite conseguir efectos interesantes, aunque a veces un poco duros.
Colores para vivir
La elección de los colores depende del destino que se vaya a dar a la habitación, del número de horas que se piense pasar en ella y de lo que allí se haga. Una alcoba debe, evidentemente, decorarse para que reinen la calma y el reposo, por lo que los colores han de ser dulces y armoniosos. En una cocina, en cambio, al ser un lugar de trabajo (además de un sitio de reunión si se utiliza como comedor), los colores deben incitar a la acción.
La elección de los colores depende también de las características propias de cada casa y, sobre todo, de sus dimensiones y luminosidad. En un interior pequeño es necesario intentar crear una sensación de amplitud: los colores deben ser preferentemente claros o neutros. En habitaciones oscuras es mejor elegir tonos luminosos para "atrapar" el máximo de claridad.
Contrastes, oposiciones, manchas de color
No es fácil trabajar con los contrastes y obtener un buen resultado. A menudo se tiene la tentación de dar vida y color a una habitación pintando toda una pared o una parte del mobiliario con un color fuerte; el resultado no siempre es bueno y, si lo es, no resulta muy relajante para la vista.
Un contraste muy logrado en este combinado cama-escritorio para una habitación infantil, en color amarillo sobre fondo azul.
En esta imagen, es importante resaltar que la violencia de los tonos se ha dulcificado con la elección del color blanco para el suelo (aunque hay toques de azul en la alfombra). Una decoración de este tipo no admite más sobrecarga cromática. No es cuestión de introducir nuevos colores, que crearían una "cacofonía". Los otros elementos decorativos (cortinas, por ejemplo) deben ser blancos o variantes del color principal.
Como norma genérica, se evitarán los contrastes violentos en las habitaciones pequeñas. Cuando el espacio es escaso hay que intentar olvidarse de las paredes. Los contrastes marcan precisamente los límites (las paredes "saltan a los ojos”), lo que acentúa la impresión de pequeñez. Se debe evitar sobre todo la oposición en los colores situados a mayor altura. Un fuerte contraste entre el techo y las paredes achata la habitación, sobre todo si el color más oscuro es el del techo. En cambio, sí se puede colocar una moqueta de colores vivos cuando las paredes y el techo sean de tonos claros.
A pesar de todo ello, en una cocina, o incluso en un cuarto de estar grande y luminoso, se puede utilizar contrastes de colores vivos. Es importante considerar que la oposición de colores en la decoración mural resta protagonismo al mobiliario: no se ven más que las paredes (a lo que hay que añadir que tales juegos de colores están prohibidos con muebles “de estilo” o de madera natural, que no se apreciarían en todo su valor).
La opción más juiciosa suele ser la utilización de muebles de colores. Una de las constantes de la decoración moderna es el uso del contraste blanco/negro. Lo más habitual es adoptar un fondo enteramente blanco, incluso para el suelo, y pintar de negro el mobiliario y algunos accesorios. El resultado suele ser muy elegante, pero a veces resulta un poco duro. Para que esta decoración tenga éxito es mejor limitar la importancia del mobiliario con el fin de potenciar los espacios libres.
Manchas de color
Durante el periodo de entreguerras se intentó introducir el ritmo en la decoración de interiores a partir de la utilización de las manchas de color. Según esta idea, la decoración estaría dominada por una tonalidad generalmente neutra, pero a veces también bastante viva; el ritmo se conseguiría a base de manchas de color en algunos puntos.
En la habitación fotografiada, las paredes son blancas (y en el cuadro domina asimismo el color blanco). Se ha elegido subrayar la decoración con manchas y líneas amarillas ( los motivos del papel pintado y algunos cojines) Se ha suavizado el contraste de los dos tonos utilizando una mesa barnizada bastante discreta.
En el próximo post, hablaremos de colores neutros y gamas de colores: dominantes y armonías y manera de coordinarlas.
Luis G.
